No es necesario dar una definición de la palabra botellón para que entremos en materia, puesto que este fenómeno se encuentra tan extendido en nuestra sociedad que todos, en mayor o menor medida, lo conocemos.
A estas alturas, teóricamente, también sobraría decir que cada cual es libre de llevarlo a la práctica o no, pero... ¿Realmente nos sentimos dueños de nuestra libertad personal para decidir en qué queremos invertir el tiempo de ocio del que disponemos?
Como todo en su justa medida, el botellón no tiene por qué suponer un problema: no es más que una reunión de amigos que, bajo la excusa de beber sin tener que pagar los excesivos precios de bares y discotecas, pasan un buen rato.
Pero como he señalado anteriormente un consumo de alcohol responsable es crucial para que dentro de los recuerdos y anécdotas no tengamos que incluir una visita al hospital o algo mucho peor. Por muy permitidas y legalizadas que estén, las bebidas alcohólicas no dejan de ser drogas, puesto que inhiben los sentidos y dificultan nuestra relación con la realidad, por lo que hay que tener un especial cuidado con ellas.
Sin embargo, me gustaría reflexionar un poco más sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. Por desgracia este se da cada vez en edades más tempranas, hasta llegar a límites en los que dudo que realmente se pueda ser consciente de lo que se está haciendo.
La presión de la sociedad juega un papel muy importante en ello: el deseo de crecer deprisa y quemar etapas para sentirnos más libres es algo que se ha dado desde siempre; sin embargo ahora contamos con los medios necesarios para hacerlo, obviando que no es más maduro quien más bebe o quien realiza la locura más grave, así como que contamos con otras alternativas de diversión como el deporte, dedicarnos a actividades que nos interesen, la colaboración en ONG's, etc.
Además es muy probable que muchos jóvenes, si pararan a analizar la situación, caerían en la cuenta de que en principio esta actividad no les resultaba atractiva; es más, quizá ni siquiera les gustara el consumo de alcohol, pero se vieron arrastrados a ello por sus amigos, lo cual nos lleva a plantearnos si en verdad somos dueños de nuestra vida y de lo que queremos hacer con ella.
Y es que por muy fuerte que resulte la presión del grupo siempre tendremos un pequeño margen de libertad para hacer lo que realmente queramos, sin importar qué piensen de nuestra acción; por muy complicado que parezca siempre resultará más gratificante buscar nuevas vías de diversión que seguir a la mayoría, anulando así nuestra personalidad.
En definitiva el botellón parece llamado a convertirse en la forma de revolución de nuestra generación, pero si queremos llegar a ser personas de verdad, con todo lo que ello implica, incluido tomar nuestras propias decisiones, lo adecuado será hacer lo posible para que sea la forma de diversión personal de cada uno, elegida libremente y llevada a cabo con una serie de precauciones; ese, y no jugar a ser mayores, que no maduros, es el verdadero significado de crecer.
A estas alturas, teóricamente, también sobraría decir que cada cual es libre de llevarlo a la práctica o no, pero... ¿Realmente nos sentimos dueños de nuestra libertad personal para decidir en qué queremos invertir el tiempo de ocio del que disponemos?
Como todo en su justa medida, el botellón no tiene por qué suponer un problema: no es más que una reunión de amigos que, bajo la excusa de beber sin tener que pagar los excesivos precios de bares y discotecas, pasan un buen rato.
Pero como he señalado anteriormente un consumo de alcohol responsable es crucial para que dentro de los recuerdos y anécdotas no tengamos que incluir una visita al hospital o algo mucho peor. Por muy permitidas y legalizadas que estén, las bebidas alcohólicas no dejan de ser drogas, puesto que inhiben los sentidos y dificultan nuestra relación con la realidad, por lo que hay que tener un especial cuidado con ellas.
Sin embargo, me gustaría reflexionar un poco más sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. Por desgracia este se da cada vez en edades más tempranas, hasta llegar a límites en los que dudo que realmente se pueda ser consciente de lo que se está haciendo.
La presión de la sociedad juega un papel muy importante en ello: el deseo de crecer deprisa y quemar etapas para sentirnos más libres es algo que se ha dado desde siempre; sin embargo ahora contamos con los medios necesarios para hacerlo, obviando que no es más maduro quien más bebe o quien realiza la locura más grave, así como que contamos con otras alternativas de diversión como el deporte, dedicarnos a actividades que nos interesen, la colaboración en ONG's, etc.
Además es muy probable que muchos jóvenes, si pararan a analizar la situación, caerían en la cuenta de que en principio esta actividad no les resultaba atractiva; es más, quizá ni siquiera les gustara el consumo de alcohol, pero se vieron arrastrados a ello por sus amigos, lo cual nos lleva a plantearnos si en verdad somos dueños de nuestra vida y de lo que queremos hacer con ella.
Y es que por muy fuerte que resulte la presión del grupo siempre tendremos un pequeño margen de libertad para hacer lo que realmente queramos, sin importar qué piensen de nuestra acción; por muy complicado que parezca siempre resultará más gratificante buscar nuevas vías de diversión que seguir a la mayoría, anulando así nuestra personalidad.
En definitiva el botellón parece llamado a convertirse en la forma de revolución de nuestra generación, pero si queremos llegar a ser personas de verdad, con todo lo que ello implica, incluido tomar nuestras propias decisiones, lo adecuado será hacer lo posible para que sea la forma de diversión personal de cada uno, elegida libremente y llevada a cabo con una serie de precauciones; ese, y no jugar a ser mayores, que no maduros, es el verdadero significado de crecer.
Cita: Para abrir nuevos caminos, hay que inventar; experimentar; crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse… y divertirse... Pero con cabeza - Mary Lou Cook